sábado, 13 de julio de 2019

DÍA 6º: NOVENA EN HONOR DE LA VIRGEN DEL CARMEN - "VÍSPERAS I - DOMINGO XV T.O. CICLO C”


DÍA 6º: Sábado, 13 de julio
Lc 10, 25-37
           
Conocemos todos esta página del Evangelio. Lucas nos hace pensar una vez más. Aquí encontramos un diálogo entre Maestros. Un maestro de la ley judía pregunta a Jesús, cómo salvarse, quiere asegurarse la vida eterna y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer para ello. Jesús ya ha definido que la Ley se resume en amar a Dios y al prójimo, es una misma experiencia de amor. El maestro de la ley judía insiste: “quién es el prójimo y cómo amarle”. Pide una respuesta que le complazca y lo que le complace es la ley.
Jesús le contesta con una parábola, con este breve cuento dramático, esta pequeña historia, que puede ser real, su mensaje lo puede captar cualquier persona de cualquier pueblo del mundo, de cualquier cultura, hasta un niño. Jesús se explica como un libro abierto.
Hemos oído la historia. Yo les animaría a que reconstruyamos la historia y miremos, a ver, a ver con quién nos identificamos.
Un hombre va de camino a Jerusalén, le asaltan unos bandidos, le roban, le maltratan violentamente, le dejan malherido, desangrándose, al borde del camino. Pasan por allí dos hombres religiosos, un sacerdote y un levita, le ven, están muy ocupados, no pueden entretenerse, pasan de largo. Parece como si no hubieran visto nada. Pasa también un samaritano, un hombre que ha roto con la religión judía, un hereje para ellos. Este hombre no sabe de leyes, ni de preceptos. Ve a alguien tirado en el camino, malherido, sufriendo, sin que nadie le atienda, se conmueve, siente una profunda compasión por él. Decidido a actuar, se apea de su cabalgadura, le hace una primera cura, le monta en su cabalgadura, le lleva a quien pueda seguir ocupándose de él, se responsabiliza de los gastos que origine el desgraciado, promete volver. (Cada palabra de esta historia tiene mucha miga, para nuestra vida).
Jesús prosigue la parábola y pregunta al letrado: “¿Quién de los tres es el prójimo?”. Responde el maestro de la ley, “el que ha curado al pobre hombre mal herido”. Jesús le dice: “has respondido correctamente. Si quieres salvarte, haz tú lo mismo”
Miren, aquel pobre desgraciado, malherido, no necesitaba solo lágrimas, necesitaba personas conmovidas interiormente, que además se sintieran responsables y remediaran su desgracia.
Es decir, no basta con saber quién es nuestro prójimo, tampoco llorar por los que sufren. Solo lágrimas a veces estorban. Lo importante, es amar al que necesita ayuda poniendo remedio a sus males. Los problemas ya los conocemos todos, ¿dónde están las soluciones?
Estas palabras de Jesús, que hoy escuchamos, son las palabras que debemos recoger cada uno de nosotros si nos preocupa cómo andar por la vida en el buen camino de Jesús, siguiendo su vida. Pensemos cada uno cómo aplicarnos esta palabra de Jesús.

Todos vamos de camino por la vida. Y en la vida tropezamos con personas, con malheridos, con necesidades sangrantes, con violencias increíbles, con situaciones dramáticas. Vemos al pobre que nos alarga su mano, a la mujer maltratada, al parado, hasta le damos una limosna, tal vez de ahí no pasamos.
El relato del “buen samaritano” no es solo una parábola más, sino la parábola que expresa, según Jesús, que ser verdaderamente humano, es la única manera de seguirle a Él.
Para encontrar al Dios vivo es necesario besar con ternura las llagas de Jesús en nuestros hermanos hambrientos, pobres, enfermos y encarcelados: es cuanto dijo el Papa Francisco en su homilía en la capilla de la Casa de Santa Marta, comentando el Evangelio propuesto por la liturgia del día en la fiesta de Santo Tomás Apóstol.
Y, esta reflexión del Papa es válida perfectamente para la liturgia de este día. No hay que ir muy lejos, si abrimos los ojos, para encontrarnos con el rostro dolorido de Cristo. Es en las llagas de la humanidad que nos rodea donde podemos encontrar a Jesús. Quedarnos solo en la meditación, además de peligroso, es incoherente en la vida cristiana: orar y trabajar, meditar y ayudar, escuchar y hablar han de ser los parámetros de nuestra identidad y adhesión a Jesús. Es en el cuerpo a cuerpo donde podemos ver, si es verdad, que somos cristianos auténticos o de palabra, de nombre o de práctica, por convencimiento o por tradición.
Para tocar al Dios vivo, también lo dijo el Papa Francisco, “no hace falta hacer un cursillo de actualización” sino socorrer al Dios vivo. Y, para ello, es necesario salir a la calle y tener el valor de ofrecer nuestra forma de pensar en cristiano, nuestra óptica sobre la vida, el amor, la familia y, por supuesto, la caridad. La caridad que es más que solidaridad.
En María encontramos respuesta a nuestra forma de vivir; en ella nos sentimos fuertes; por ella encontraremos el verdadero camino; gracias a ella nuestra vida adquiere un nuevo sentido, se abre más la esperanza y, también, a la espera. Como hijos venimos a ella, porque es nuestro modelo por la intensidad de su vivir, por el calor de su amor; ella es la Madre de los creyentes: para María nuestra plegaria de hijos.


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