viernes, 19 de junio de 2020

Homilía del P. Juan Carlos - Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús 2020


Como decía el Domingo del Corpus Christi esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús guarda una estrecha relación con Jesús en la Eucaristía. Por eso cada día de la novena, exponemos el Santísimo, Jesús Eucaristía para nuestra adoración y bendición.
            Hablar de Jesús es hablar de Dios, y hablar del Corazón de Jesús es hablar del Corazón de Dios. Por tanto, no me cansaré de dar testimonio y decir que Dios tiene corazón y si tiene corazón es un ser vivo. Su Corazón late desde el Sagrario, en la Eucaristía; sus latidos son acompasados, emiten rayos de Amor y Misericordia.
            Cuando uno viene al templo y mira el Sagrario, ¿quién mira a quién? Nosotros miramos al Señor, pero también nos dejamos mirar por Él. Nosotros le miramos y le contemplamos con deseo de: acción de gracias, de perdón, de justicia, de petición, de oblación y ofrenda, etc. Le contamos nuestras cosas, que para nosotros son muy importantes, quizá las más importantes del mundo mundial y Él Señor las acoge porque tiene Corazón y se compadece especialmente cuando sufrimos, y se alegra con nosotros cuando estamos contentos y conseguimos logros que nos proponemos y nos alienta cuando estamos desanimados y nos llena de esperanza cuando estamos abatidos y nos alimenta con la fe para poder llevar a cabo un estilo de vida.
            Pero también Dios nos mira, ¿cómo? ¿destacando nuestras miserias? En absoluto, Dios tiene Corazón y alguien con corazón no humilla, sino que ensalza; y no lo hace para nuestro orgullo personal, sino para que reconociéndonos débiles, pequeños, podamos acoger su rayo de misericordia. Nos mira, nos protege, nos abraza, nos consuela,… Dios es humano, pues tiene un gran Corazón.
            Por tanto, hermanos, en todo esto es muy importante reconocer el efecto de la Encarnación de Dios: Dios se ha hecho hombre por nosotros. Desde entonces nació como humano, en el seno virginal de una mujer y con el apoyo de un padre, ambos de muy buen corazón. Todo lo que tiene que ver con Dios, tiene que ver con su corazón. El corazón es lugar de pasiones, de sufrimientos, de anhelos, de vida, etc. Por él pasan tantos sentimientos… tantas personas… tantas situaciones… y a veces pasan para bien y otras veces pasan para mal. Así pues, podemos distinguir un corazón sano de un corazón enfermo. El Corazón de Jesús está sano, aunque herido, sus heridas no proceden de Él, sino que proceden de nosotros. Los padres sufren por los disgustos de sus hijos, pero no por ellos nos dejan de querer. Si tenemos conciencia y buen corazón, ver a nuestros padres tristes nos debería llevar a la reconciliación y al cambio de corazón. ¿Puede haber dolor más grande que el de enterrar unos padres a un hijo? Pues por esa situación también pasó Dios. Recordad a La Piedad recogiendo el Cuerpo muerto de su Hijo.
            No quisiera terminar sin expresar algo que llevo muy dentro: debemos humanizar más a Dios, pues Él se nos da con una doble naturaleza, en la persona de Jesús: humano y divino. Nuestra fe tiene que desembocar en obras de misericordia, que son las que proceden de un buen corazón, son esas corazonadas que nos vienen y que debemos concretar. Lo que quiero decir es que nuestra fe nos debe llevar a la concretización o materialización de lo que creemos: pues debemos buscar el Reino de Dios y promover su justicia. Habrá que bajar a Dios de las nubes y a los santos de las peanas para darnos cuenta que están más cerca de lo que nosotros podemos imaginar. ¿De qué nos sirve ser muy piadosos, de muchos rezos, si no pasamos de ahí? Pero también, ¿de qué nos sirve hacer muchas cosas, muy altruistas todas ellas, pero si nunca miramos ni nos dejamos mirar por Dios? Hablemos con Jesús en la oración, como un amigo habla con otro amigo, y muchas veces le tendremos que contar, pero muchas otras nos tendrá Él que contar. Y ahí habrá que guardar silencio. Dios nos habla con palabras de vida eterna. Hablar con Él es estar en comunión con Él, vivir en intimidad. Ahí es donde se nos deberá pegar todo lo bueno de Él y se nos debería desprender todo lo malo que pueda haber.
Queridos hermanos alegrémonos en el Señor, pues está vivo y su Vida nos llena también de vida, vida eterna. Así sea.