La devoción y la invocación a San Miguel
arcángel forma parte de la historia de Íscar. Participamos en esta celebración
de él, para invocar su protección y su intercesión, también para que por medio
de esta intercesión seamos más cercanos a Jesús el Señor, con mayor confianza y
con mayor lucidez.
Una vez más
nuestra villa se ofrece como localidad abierta y hospitalaria al ciudadano, al
que viene y al que va. Se dejan las obligaciones más pequeñas de un lado para
celebrar, con sana alegría, las maravillas de la vida y de la convivencia.
La celebración
de la Eucaristía en este día evoca la causa y el principio de todas las demás
actividades que se proponen. Todo el frondoso y variado ramaje de esta fiesta
en septiembre nace de este tronco central que es la memoria y el recuerdo de
este santo mensajero, raíz de nuestra tradición cristiana. San Miguel,
arcángel, mensajero de la Buena Noticia, protector nuestro, garante de la fe, y
defensor –sobre todo- de moribundos: acompañando y protegiendo, tendiendo la mano
divina. Ejemplo de fortaleza y de fidelidad al Señor.
Hoy es un día para agradecer a Dios, por medio
de San Miguel, los bienes recibidos. Así, por ejemplo, hemos recibido de la fe
cristiana bienes culturales y sociales tan importantes como el respeto a la
dignidad de la persona humana, la noción de la igualdad entre el hombre y la
mujer, la célula familiar; que ha sido y sigue siendo el eje de nuestra cultura
y de nuestra vida social y personal, el valor de la autoridad como el servicio
a un pueblo libre, el reconocimiento de la justicia y de la misericordia como
normas supremas de convivencia. El valor de la vida, como don que nos ha sido
regalado, gracias a nuestros padres. Así como el valor de la familia donde se
cuece el amor, presencia de Dios, Iglesia doméstica donde recibimos los
principios heredados, a su vez, por nuestros predecesores.
Reafirmemos el
valor inigualable de este patrimonio sobre el cual se ha ido edificando nuestra
historia y nuestra riqueza espiritual y cultural. Este es el momento de
disponernos espiritualmente para conservar, con fidelidad y buen criterio, este
capital espiritual en unas nuevas circunstancias con las adaptaciones externas
que sean precisas, pero manteniendo celosamente la sustancia de nuestra fe y de
los valores culturales que de ella hemos recibido a lo largo de los siglos.
Patrimonio que puede
tener una propiedad jurídica eclesial, pero que realmente tiene una pertenencia
moral que es de nuestro pueblo. Por ello, con la ayuda de todos tenemos la
obligación, también, moral de conservarlo. “Íscar de puertas al mundo”, para
sentirnos todos orgullosos también de nuestras iglesias y de nuestra querida
ermita del Cristo del Humilladero. Ojalá podamos pronto ver que estas humedades
que observamos en este templo del siglo XIII desaparecen, las del ala norte por
estar los terrenos exterior e interior en desnivel, y las del ala sur por algún
defecto en el tejado.
Que San Miguel
para todos nosotros sea modelo de ser creyente, de ser más humanos. Él que
venció a las fuerzas del mal, nos ayude a liberarnos de toda tentación de
individualismo, de cerrazón, de no abrirse al hermano que está a mi lado. Que
el arcángel nos sugiera los caminos más idóneos para crear lazos. Que la
pluralidad sea ya una riqueza entre nosotros, donde nos vivamos más desde lo
que somos que desde lo que tenemos. Que nos demos desinteresadamente y nos
ofrezcamos al servicio a los demás, tal y como hizo Jesús, el Señor, hasta la
muerte. Que fue allí, en la cruz, donde despojándose de todo, se despojó de la
toalla del servicio.
Y se lo pedimos
al Señor, por medio de Santa María de los Mártires, con quien comparte San
Miguel patronazgo, que ella sea puerta y puente para encontrarnos con Dios y
los demás.
Os deseo a
todos, una fe
liz fiesta de San Miguel, celebrándola como familia y como
paisanos. ¡Viva San Miguel!