martes, 31 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio de hoy

CR
Queridos amigos y amigas:
A Jesús lo acusaron de muchas cosas: de comilón, de borracho, de amigo de publicanos y prostitutas, quizá de eunuco, de transgresor de la ley. Hoy aparece un “título” nuevo, muy desconcertante: se sospecha que tiene inclinaciones al suicidio. Los comentarios no dejan lugar a dudas: ¿Será que va a suicidarse, y por eso dice “donde yo voy no podéis venir vosotros”? Esta acusación, como todas las anteriores, no refleja la verdad de Jesús, pero insinúa uno de sus flancos. Jesús no es un suicida, en el sentido que esta palabra tiene ordinariamente, pero sí es alguien que entrega su vida para manifestar el amor del Padre al mundo.
Este mensaje no se entiende. Choca con la manera humana de conducirnos. Por eso Jesús experimenta una frustración: ¿Para qué seguir hablándoos? Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros, pero el que me envió es veraz y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.
¿Cuándo comprenderemos lo que Jesús significa para nosotros? ¿Cuándo creeremos en el sentido de su entrega hasta la muerte? Para la teología que subyace al cuarto evangelio no hay ninguna duda: Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis que yo soy. Este levantamiento se refiere a la cruz, pero a una cruz que es, al mismo tiempo, el trono de la manifestación plena del misterio de Cristo (sabréis que Yo Soy), una cruz, por tanto, que es también fuente de salud. Por eso, la liturgia de este día pone en relación el texto del evangelio de Juan con el del libro de los Números, que parece estar en el trasfondo: Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte; cuando una serpiente mordía a uno, miraba la serpiente de bronce y quedaba curado.

Lecturas de la Misa - Martes de la 5ª Semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de los Números (21,4-9):

EN aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edón.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 101,2-3.16-18.19-21

R/.
 Señor, escucha mi oración, 
que mi grito llegue hasta ti


V/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.

V/. Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.

V/. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,21-30):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban:
«¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo:
«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían:
«¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó:
«Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

Palabra del Señor

lunes, 30 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio de hoy

CR
Queridos amigos:
¿Se puede saber para qué escribió Juan el cuarto evangelio? (Si viniera un estudioso de la obra de Juan le trataría a uno de indocumentado, pero nosotros ya nos entendemos, y no vamos a estar hablando del redactor final o de qué sé yo cuántas manos que intervinieron/interfirieron en la aparición de la criatura.) Para enterarnos de los objetivos de muchos escritos nos resultan particularmente útiles los prólogos y los epílogos. Justo el cuarto evangelio tiene un epílogo en el capítulo 20 donde declara sin ambages: “Jesús realizó... otros muchos signos que no están escritos en este libro. Éstos lo han sido para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn 20,30-31). 
Es bueno recordar ese epílogo, pues a lo largo de estas dos semanas finales de la cuaresma nos guiará el evangelio de Juan. Si en nosotros se cumple en alguna proporción el objetivo del autor, podremos afirmar que su escrito sigue siendo un evangelio vivo y de largo alcance. Además, para que sepamos de qué va el asunto de la fe y cómo se puede creer acerca de Jesús lo que desea el evangelista, se nos narra en su obra un buen puñado de historias de fe.
Hoy, aparte de mencionarse la primera (los discípulos de Jesús creen en él tras el signo de Caná), se nos cuenta otra historia que también tiene un "final teologalmente feliz": el funcionario real cree junto con toda su familia. Esta historia de la fe viene precedida y preparada por otro desenlace feliz: el niño de la casa del funcionario, una criatura ya a punto de malograrse, prematuramente hechizada por la sonrisa de la muerte, se había zafado de la fiebre la víspera a la hora séptima. Y a este desenlace lo precede la palabra de Jesús y una primera diligencia de fe de aquel hombre, que se fía de esa palabra. (En realidad, ya había habido unas diligencias previas: cierto asomo de esperanza en que Jesús realizara un signo como en Caná y la búsqueda del maestro para que interviniera también en su propio caso. Pero es ahora cuando vemos al régulo ejercitando la fe.) Acto seguido, le llega una buena noticia y cumple una segunda diligencia. (Ah, no!, nada de grandes cavilaciones, sólo una rápida y sencilla comprobación horaria. La diligencia final la hace con toda la casa: la madre, el niño, los criados. Es, para él, una fase nueva de la fe. Se dice escuetamente que creyó, sin más especificaciones. Pero basta para darnos cuenta de que ha hecho un itinerario: ha ido de fe en fe, y la segunda y última ha sido una fe a coro.
Sí, sin duda, “dichosos los que sin ver creyeron”. Pero dichosos también los que vieron “los signos” y creyeron. ¿Cuáles son los signos que nos ayudan a creer? ¿Cómo consolidan nuestra fe? ¿Cómo hacen de balizas en nuestro camino en medio de la noche?

Lecturas de la Misa - Lunes de la 5ª Semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Daniel (13,1-9.15-17.19-30.33-62):

EN aquellos días, vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín, casado con Susana, hija de Jelcías, mujer muy bella y temerosa del Señor.
Sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico y tenía un jardín junto a su casa; y como era el más respetado de todos, los judíos solían reunirse allí.
Aquel año fueron designados jueces dos ancianos del pueblo, de esos que el Señor denuncia diciendo:
«En Babilonia la maldad ha brotado de los viejos jueces, que pasan por guías del pueblo».
Solían ir a casa de Joaquín, y los que tenían pleitos que resolver acudían a ellos.
A mediodía, cuando la gente se marchaba, Susana salía a pasear por el jardín de su marido. Los dos ancianos la veían a diario, cuando salía a pasear, y sintieron deseos de ella.
Pervirtieron sus pensamientos y desviaron los ojos para no mirar al cielo, ni acordarse de sus justas leyes.
Sucedió que, mientras aguardaban ellos el día conveniente, salió ella como los tres días anteriores sola con dos criadas, y tuvo ganas de bañarse en el jardín, porque hacía mucho calor. No había allí nadie, excepto los dos ancianos escondidos y acechándola.
Susana dijo a las criadas:
«Traedme el perfume y las cremas y cerrad la puerta del jardín mientras me baño».
Apenas salieron las criadas, se levantaron los dos ancianos, corrieron hacia ella y le dijeron:
«Las puertas del jardín están cerradas, nadie nos ve, y nosotros sentimos deseos de ti; así que consiente y acuéstate con nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que un joven estaba contigo y que por eso habías despachado a las criadas».
Susana lanzó un gemido y dijo:
«No tengo salida: si hago eso, mereceré la muerte; si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Pero prefiero no hacerlo y caer en vuestras manos antes que pecar delante del Señor».
Susana se puso a gritar, y los dos ancianos, por su parte, se pusieron también a gritar contra ella. Uno de ellos fue corriendo y abrió la puerta del jardín.
Al oír los gritos en el jardín, la servidumbre vino corriendo por la puerta lateral a ver qué le había pasado. Cuando los ancianos contaron su historia, los criados quedaron abochornados, porque Susana nunca había dado que hablar.
Al día siguiente, cuando la gente vino a casa de Joaquín, su marido, vinieron también los dos ancianos con el propósito criminal de hacer morir a Susana. En presencia del pueblo ordenaron:
«Id a buscar a Susana, hija de Jelcías, mujer de Joaquín».
Fueron a buscarla, y vino ella con sus padres, hijos y parientes.
Toda su familia y cuantos la veían lloraban.
Entonces los dos ancianos se levantaron en medio de la asamblea y pusieron las manos sobre la cabeza de Susana.
Ella, llorando, levantó la vista al cielo, porque su corazón confiaba en el Señor.
Los ancianos declararon:
«Mientras paseábamos nosotros solos por el jardín, salió esta con dos criadas, cerró la puerta del jardín y despidió a las criadas. Entonces se le acercó un joven que estaba escondido y se acostó con ella.
Nosotros estábamos en un rincón del jardín y, al ver aquella maldad, corrimos hacia ellos. Los vimos abrazados, pero no pudimos sujetar al joven, porque era más fuerte que nosotros, y, abriendo la puerta, salió corriendo.
En cambio, a esta le echamos mano y le preguntamos quién era el joven, pero no quiso decírnoslo. Damos testimonio de ello».
Como eran ancianos del pueblo y jueces, la asamblea los creyó y la condenó a muerte.
Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».
Y el Señor escuchó su voz.
Mientras la llevaban para ejecutarla, Dios suscitó el espíritu santo en un muchacho llamado Daniel; y este dio una gran voz:
«Yo soy inocente de la sangre de esta».
Toda la gente se volvió a mirarlo, y le preguntaron:
«Qué es lo que estás diciendo?».
Él, plantado en medio de ellos, les contestó:
«Pero ¿estáis locos, hijos de Israel? ¿Conque, sin discutir la causa ni conocer la verdad condenáis a una hija de Israel? Volved al tribunal, porque esos han dado falso testimonio contra ella».
La gente volvió a toda prisa, y los ancianos le dijeron:
«Ven, siéntate con nosotros e infórmanos, porque Dios mismo te ha dado la ancianidad».
Daniel les dijo:
«Separadlos lejos uno del otro, que los voy a interrogar».
Cuando estuvieron separados el uno del otro, él llamó a uno de ellos y le dijo:
«¡Envejecido en días y en crímenes! Ahora vuelven tus pecados pasados, cuando dabas sentencias injustas condenando inocentes y absolviendo culpables, contra el mandato del Señor: “No matarás al inocente ni al justo”. Ahora, puesto que tú la viste, dime debajo de qué árbol los viste abrazados».
Él contestó:
«Debajo de una acacia».
Respondió Daniel:
«Tu calumnia se vuelve contra ti. Un ángel de Dios ha recibido ya la sentencia divina y te va a partir por medio».
Lo apartó, mandó traer al otro y le dijo:
«Hijo de Canaán, y no de Judá! La belleza te sedujo y la pasión pervirtió tu corazón. Lo mismo hacíais con las mujeres israelitas, y ellas por miedo se acostaban con vosotros; pero una mujer judía no ha tolerado vuestra maldad. Ahora dime: ¿bajo qué árbol los sorprendiste abrazados?».
Él contestó:
«Debajo de una encina».
Replicó Daniel:
«Tu calumnia también se vuelve contra ti. el ángel de Dios aguarda con la espada para dividirte por medio. Y así acabará con vosotros».
Entonces toda la asamblea se puso a gritar bendiciendo a Dios, que salva a los que esperan en él. Se alzaron contra los dos ancianos, a quienes Daniel había dejado convictos de falso testimonio por su propia confesión, e hicieron con ellos lo mismo que ellos habían tramado contra el prójimo. Les aplicaron la ley de Moisés y los ajusticiaron.
Aquel día se salvó una vida inocente.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/.
 Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo


V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

V/. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mí copa rebosa. R/.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):

EN aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Palabra del Señor

sábado, 28 de marzo de 2020

Hoja Parroquial - Domingo 5º de Cuaresma - Ciclo A





Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, Biblia para niños

Semana Santa para Niños (2ª Parte) - Jesús mi Superamigo

Semana Santa para niños (1ª Parte) - Jesús mi Superamigo

comentario a las lecturas de hoy

José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos.
En la Palabra de Dios de hoy leemos por una parte la confesión dolorosa del profeta Jeremías que nos cuenta hasta qué punto hay que estar dispuestos a padecer por ser fieles a Dios sirviéndole con corazón recto, y la discusión sobre la identidad de Jesús en el evangelio de Juan. La persona de Jesús causa confusión con su identidad, su procedencia, sus palabras y su testimonio; Jesús genera discusión, conflicto, disputas y hasta la dispersión de los que planean su muerte. La persona de Jesús genera controversia porque, siendo hombre como nosotros y bien encarnado en nuestra realidad, tiene la capacidad de revelarnos a Dios hablando y actuando como nadie antes lo había hecho: unos quedan admirados y se interrogan, otros lo confiesan como Mesías. Los fariseos se cierran en sus esquemas y tratan de ignorantes y malas personas a quienes no comparten sus criterios.
El evangelio termina diciendo: “y se volvieron cada uno a su casa” muchos encerrados en la duda o la indiferencia porque rechazaron al único que es capaz de unificar el corazón y a los hombres; otros con la alegría y la paz de descubrir al verdadero Jesús. Pues si siempre es grave introducir en la propia vida a otra persona, pues sabemos que ya no será posible disponer enteramente de nosotros mismos, dejar entrar a Jesús en nuestra vida encierra un riego, pues no se sabe hasta dónde nos llevará esa presencia suya. La persona de Jesús no deja a nadie indiferente y en la medida que tenemos más amistad con Él descubrimos que la vida tiene otro horizonte y que es preciso ir dejando en segundo lugar muchas cosas que nos parecían imprescindibles e irrenunciables. Pero es tal la atracción que ejerce sobre nosotros que no vivimos en paz hasta que hacemos lo que Él nos va diciendo en cada momento. De ahí que los amigos de verdad de Jesús son pocos, pues no todos los invitados están dispuestos a dejar sus intereses, comodidades y forma de vida.
También es cierto que cuando uno se decide a ser amigo de Jesús experimenta una paz y alegría tan grandes que difícilmente las encontrará fuera de Él, y se siente enganchado de tal manera que ya no concibe la vida de otra manera, ni puede vivir sin Él, aunque esté rodeado de enormes dificultades como el profeta Jeremías nos decía hoy. Al mismo tiempo está dispuesto a dejar de lado lo que antes le ataba tan fuertemente que le parecía imposible prescindir. Se cumplen las parábolas de la perla preciosa y el tesoro escondido en el campo. Esta amistad con Jesús despierta en el corazón humano la capacidad de heroísmo al estar dispuesto a dar la propia vida por los demás. Se hace realidad esta palabra de Jesús “ nadie tiene amor más grande que quien da la vida por los demás ”. La persona es consciente además de que el amor es la fuerza que mueve y transforma la vida y le da el verdadero y pleno sentido.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

Lecturas para la Misa de hoy - Sábado de la 4ª Semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías (11,18-20):

EL Señor me instruyó, y comprendí,
me explicó todas sus intrigas.
Yo, como manso cordero,
era llevado al matadero;
desconocía los planes
que estaban urdiendo contra mí:
«Talemos el árbol en su lozanía,
arranquémoslo de la tierra de los vivos,
que jamás se pronuncie su nombre».
Señor del universo,
que juzgas rectamente,
que examinas las entrañas y el corazón,
deja que yo pueda ver
cómo te vengas de ellos,
pues a ti he confiado mi causa.
Palabra de Dios

Salmo

Sal 7,2-3.9bc-10.11-12

R/.
 Señor, Dios. mío, a ti me acojo

V/. Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame;
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio. R/.

V/. Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo. R/.

V/. Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,40-53):

EN aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».
Otros decían:
«Este es el Mesías».
Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».
Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.
Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».
Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron:
«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».
Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».
Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».
Y se volvieron cada uno a su casa.

Palabra del Señor

viernes, 27 de marzo de 2020

CUARESMA


Comentario al Evangelio de hoy

José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos.
¿Realmente conocemos a Jesús? Sus contemporáneos pensaban que lo conocían porque sabían de qué pueblo provenía, cuál era su familia, lo que hacía y decía. Hoy también a través de la ciencia histórica podemos conocer bastante de aquel profeta de Nazaret. ¿Pero es suficiente la ciencia para conocer verdaderamente a Jesús, el profundo misterio de su persona? Necesitamos ir más allá de una primera mirada y de nuestros esquemas mentales. Necesitamos que los ojos de la fe nos lo descubran.
San Pablo VI el 29 de noviembre de 1970 nos hizo esta confesión de quién era Jesucristo para él: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Tú eres el revelador de Dios invisible, el primogénito de toda criatura, el fundamento de todo. Tú eres el Maestro de la humanidad. Tú eres el Redentor: naciste, moriste y resucitaste por nosotros. Tú eres el centro de la historia y del mundo. Tú eres quien nos conoce y nos ama. Tú eres el compañero y amigo de nuestra vida. Tú eres el hombre del dolor y de la esperanza. Tú eres aquel que debe venir y que un día será nuestro juez y, así esperamos, nuestra felicidad. Nunca acabaría de hablar de ti. Tú eres luz y verdad, más aún tú eres “el camino, la verdad y la vida”…
Tú eres el principio y el fin: el alfa y la omega. Tú eres el rey del nuevo mundo. Tú eres el secreto de la historia. Tú eres la clave de nuestro destino. Tú eres el mediador; el puente entre la tierra y el cielo. Tú eres por antonomasia el Hijo del hombre, porque eres el Hijo de Dios, eterno, infinito.
Tú eres nuestro Salvador. Tú eres nuestro mayor bienhechor. Tú eres nuestro libertador. Tú eres necesario para que seamos dignos y auténticos en el orden temporal y hombres salvados y elevados al orden sobrenatural”.
Amigo lector: Si hoy Jesús te preguntase: ¿y tú qué dices de Mí? ¿Qué responderías? ¿Te animarías a decir públicamente quién es Jesús y qué supone en tu vida práctica esa confesión de Jesús? Puede ocurrir que hayas leído muchos libros y hayas escuchado muchas charlas, y Jesús sea todavía un desconocido para ti. A Jesús se le va conociendo cuando uno entra en contacto con Él en la oración, en la vivencia de los sacramentos y en la meditación y contemplación de su Palabra. Es ahí donde Jesús se te revela quién es de verdad.
Conocer a Jesús implica seguirlo, y vivir como Él vivió. No podemos decir unas cosas de Jesús y luego hacer otras. Tenemos que ser coherentes y ser capaces de tomar decisiones radicales si es preciso en circunstancias normales y especiales. Un cristiano hoy puede experimentar lo que dice la 1ª lectura: “acechemos al justo (pues) es un reproche contra nuestros criterios, su sola presencia nos resulta insoportable… lo condenaremos a muerte ignominiosa”, es decir sentirnos despreciados, marginados y criticados. Si esto nos ocurre, ¿cómo reaccionamos y actuamos? No nos olvidemos: seguimos a un crucificado que resucitó.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

Lecturas para la Misa - Viernes de la 4ª Semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (2,1a.12-22):

SE decían los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso:
se opone a nuestro modo de actuar,
nos reprocha las faltas contra la ley
y nos reprende contra la educación recibida;
presume de conocer a Dios
y se llama a sí mismo hijo de Dios.
Es un reproche contra nuestros criterios,
su sola presencia nos resulta insoportable.
Lleva una vida distinta de todos los demás
y va por caminos diferentes.
Nos considera moneda falsa
y nos esquiva como a impuros.
Proclama dichoso el destino de los justos,
y presume de tener por padre a Dios.
Veamos si es verdad Jo que dice,
comprobando cómo es su muerte.
Si el justo es hijo de Dios, él lo auxiliará
y lo librará de las manos de sus enemigos.
Lo someteremos a ultrajes y torturas,
para conocer su temple y comprobar su resistencia.
Lo condenaremos a muerte ignominiosa,
pues, según dice, Dios lo salvará».
Así discurren, pero se equivocan,
pues los ciega su maldad.
Desconocen los misterios de Dios,
no esperan el premio de la santidad,
ni creen en la recompensa de una vida intachable.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,17-18.19-20,21.23

R/.
 El Señor está cerca de los atribulados

V/. El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

V/. El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

V/. Él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (7,1-2.10.25-30):

EN aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.
Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:
«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:
«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

Palabra del Señor

miércoles, 25 de marzo de 2020

COMENTARIO A LAS LECTURAS DE HOY

El Señor os dará una señal

Los intereses partidistas y políticos llevan a Asaz, rey de Judá, a querer aliarse con los asirios y a no hacer caso al profeta Isaías. Aunque el profeta insiste en que pida a Dios un milagro, Asaz se mantiene en sus trece diciendo que él no pondrá a prueba al Señor. Una manera de decir: No cuento con Él, con su ayuda.
Isaías había insistido: Pídele una señal, ya sea abajo en lo más profundo o arriba en lo más alto; es decir, en cualquier lugar Dios puede enviarte una señal de su presencia y de lo que Él quiere que veas y descubras. Solo hace falta pedírselo con fe y esperar. Porque si se pierde la esperanza -tentación que todos tenemos- estamos desconfiando de Dios.
Isaías persiste e insiste. “Escuchad. El Señor os dará una señal: La joven está encinta y va a tener un hijo, al que pondrá por nombre Enmanuel”. Ese nombre es muy significativo: Dios con nosotros. Y es en ese niño en el que habrá que poner la esperanza de un nuevo amanecer para el pueblo; y, por supuesto, para cada uno de nosotros. Las primitivas comunidades cristianas vienen en este texto una clara prefiguración de lo que había de ser y ya era, Jesús: Dios con nosotros.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Poner en el Señor, una vez más, toda la esperanza porque Él escucha nuestro grito. Él nos salva, impide hundirnos, nos da firmeza al caminar por sus sendas.
Descubrir su voluntad no es fácil, pero no podemos dejarnos arrastrar por la impaciencia. Hay que tener los ojos, la mente y el corazón muy abiertos y disponibles para vislumbrar lo que Él desea de cada uno. Por eso, no hemos de cejar en la súplica, para que no nos niegue -que no lo hará- su ternura y compasión.

He aquí que vengo para hacer tu voluntad

Cambiar la antigua forma de pensar y de agradar a Dios es uno de los propósitos del autor, judío converso al cristianismo, de esta carta. Al autor mismo le costaba este cambio de actitud y de forma de pensar. Él había sido sacerdote cumplidor de la ley antigua.
Dar paso a la nueva forma de concebir el encuentro con Dios, suponía dar un giro total a su corazón y a su mente. Era la conversión, la orientación nueva que Dios pedía. Dejar atrás los sacrificios rituales, las ofrendas y holocaustos, no era tarea fácil. Había que descubrir, como actitud primera, cuál podía ser la voluntad de Dios para nosotros y, después, ponerla en práctica. Cuesta cambiar de mentalidad -a mí el primero-, pero hay que intentarlo.

Hágase en mi según tu palabra

Lucas es un artista en el arte descriptivo de lo que pudo ser aquel encuentro silencioso entre Dios y una muchacha orante, confiada. ¡Qué bien hilvana textos, qué bello tejido nos muestra en aquella anunciación llena de recato, encanto y silencio interior! Fra Angelico ha contribuido tanto o más que Lucas a ayudarnos a imaginar aquel encuentro entre María y el ángel Gabriel, que significa en hebreo “Dios es mi fortaleza”.
La sorpresa de María tuvo que ser enorme. ¡Como para no sorprenderse; ella es sincera: no ha conocido varón! Pero Dios actúa más allá de nuestras ignorancias, dudas y sorpresas. Sorprenderse, asombrarse, es comenzar a entender, decía Ortega y Gasset. Y María comenzó a entender… y quizá comprendió que desde ese momento, “la cosa, que empezó en Galiliea”, no iba a ser fácil para ella. Gusto de citar a M. Legaut cuando dice en una de sus meditaciones:
Lo esencial no se enseña. Se revela a cada uno en lo íntimo, como una anunciación que la esperanza murmura. Sólo lo descubre aquél que secretamente tiene una gran intuición, y a menudo desde que se es joven.
Porque ahí está la clave: en la intuición juvenil, en la intimidad de uno mismo, en la esperanza murmuradora, susurrante. Ahí es donde se descubre lo esencial. Y así lo descubrió María.
Todo parece poético y bello; sin duda, lo es. Pero queda el final trágico de este evangelio de Lucas, donde pone de manifiesto que “para Dios nada hay imposible”. Cierto. La respuesta de María es bella, pero trágica. “he aquí la esclava (la disponible) del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Respuesta juvenil confiada, decidida, sin pensarlo mucho, como casi toda decisión juvenil. Pero el evangelio termina: “Y la dejó el ángel”. El ángel se retiró y la dejó sola. Nunca más volvió a tener “anunciaciones”, ni consuelos interiores.
Ahí, a mi parecer, está la gran tragedia de aquella escena: en el abandono posterior, en el silencio siguiente que fue muy largo y duro para María. Nunca más el que era “fortaleza de Dios” (Gabriel) se le hizo presente. Triste final de la anunciación. Inicio de un caminar de fe y confianza hasta llegar a los pies de la cruz, con muchos días de confusión e incertidumbre con aquel Hijo de sus entrañas. ¿Para esto vino el ángel, para dejarme sola, sin nada más que la fe a la que asirme, sin más consuelo que un Hijo entre mis brazos que pronto se marcharía a anunciar él mismo el reino de Dios y que tan mal terminó…? ¿No hubiera sido mejor…?
No sabemos lo que hubiera sido mejor. Pero lo cierto es que gracias a ella, nosotros hemos conocido al Salvador.
Fr. José Antonio Solórzano Pérez
Fr. José Antonio Solórzano Pérez
Casa San Alberto Magno (Madrid)

La fuerza de la Fe _ Ricardo Blázquez

Lecturas del día de hoy - SOLEMNIDAD DE LA ENCARNACIÓN

Primera lectura: Lectura del libro de Isaías (7,10-14;8,10):

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» 
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.» 
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros".»

Palabra de Dios

SalmoSal 39,7-8a.8b-9.10.11

R/.
 Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy.» R/.

«Como está escrito en mi libro
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea. R/.

Segunda lecturaLectura de la carta a los Hebreos (10,4-10):

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad."» Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,26-38):

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 
El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» 
Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» 
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» 
María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra.»
Y la dejó el ángel.

Palabra del Señor

martes, 24 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio de hoy

José Luis Latorre, cmf
Queridos.
Las lecturas de hoy nos ofrecen dos imágenes muy hermosas: el torrente de agua cada vez más abundante que mana del santuario de Dios y que a su paso todo lo transforma en vida, y la piscina de Siloé que cura a los enfermos que pueden sumergirse en ella. Dos imágenes que simbolizan la sobreabundancia de vida que procede Dios y de Jesús, el Hijo de Dios.
El Evangelio nos presenta a un paralítico que es curado treinta y ocho años después por el poder de la Palabra de Jesús y no por haber entrado en la piscina. Este hombre se curó por haber entrado en contacto con el Señor; y le curó de la parálisis y de algo peor “el pecado” que nos desconecta de Dios y de su proyecto, y es causa de otras parálisis personales: el egoísmo, el odio, el rencor, la envidia, la injusticia… que nos destruyen como personas.
Cuando Jesús sale al encuentro del paralítico se interesa primero por su voluntad “¿quieres?”. Después pronuncia su palabra poderosa que le pone en pie. Dios, en Jesús, se ha acercado a los enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, a los deseosos de sanar, de caminar, de anunciar, de cuestionar el mundo que los quiere postrados. El hecho de que Jesús ordene al paralítico curado que cargue con su camilla en sábado lo introduce en un ámbito nuevo, en el que lo importante no es saber qué trabajos puede hacer en sábado, sino liberar a las personas de todo aquello que les paraliza y les impide ser felices y vivir con dignidad y libertad. Por eso Jesús se opone con fuerza y valentía a que el pecado, las críticas o la legislación lo bloqueen en su proyecto de vida, de resurrección y salvación.
Al hombre de hoy, y de siempre, sentado en los límites de la esperanza sin poder comprometerse con la vida, desilusionado de los demás y con frecuencia también de la religión, es al que Cristo viene a buscar allí donde se encuentre, paralizado por el sufrimiento, el pecado o por las distintas circunstancias de la vida. A este hombre Jesús le pregunta sencillamente “¿Quieres curarte? Y si como el paralítico le dice “Señor, no tengo a nadie que me eche una mano”, oirá de Jesús “Levántate y echa a andar”. No son los ritos vacíos o alguna agua milagrosa la que cura, sino el poder de la Palabra de Jesús que recrea, rompe las ataduras que nos aprisionan, y sobre todo nos libera del pecado y sus consecuencias. Jesús en el corazón del hombre es “el surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”, como él mismo le dijo a la Samaritana. La presencia de Jesús transforma el corazón de las personas y las hace vivir con ilusión y esperanza. Por eso el hombre vive en plenitud cuando Dios está en él.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano

Lecturas del martes de la 4ª semana de Cuaresma

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-9.12):

EN aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,
Después me condujo por la ribera del torrente.
Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 45,2-3.5-6.8-9

R/.
 El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob


V/. Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.

V/. Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

V/. El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,1-16):

SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Palabra del Señor

lunes, 23 de marzo de 2020

Comentario al Evangelio de hoy

José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos.
La Cuaresma es el camino que hacemos hacia la Pascua, la fiesta de la luz, de la vida y de la alegría. Pero este año un tanto doloroso para todos por el coronavirus. Y en medio de este caminar difícil el Profeta Isaías nos anuncia con fuerza que Dios va a “crear un nuevo cielo y una nueva tierra”, que se va a producir una transformación y un cambio profundos y que el pueblo lo va a ver y experimentar. Que Dios no nos abandona y que toda esta pandemia va a dar frutos buenos en cada uno y en toda la sociedad. La voz del Profeta es una llamada a los cristianos a no perder la esperanza y la confianza en medio de la prueba y a no olvidarnos que “Dios escribe recto con renglones torcidos”.
Sabemos que este anuncio del Profeta tuvo pleno cumplimiento en Jesús: su Palabra realizó –y realiza hoy- prodigios y maravillas. Pero hay que creer en Él con una fe que no está contaminada por el propio interés o el sentido mágico, sino llena de confianza pues estamos seguros que Jesús actúa siempre o liberándonos de una enfermedad, una pandemia, una situación difícil… o fortaleciéndonos interiormente en la esperanza y el amor, o afianzándonos en nuestras convicciones y valores. La Palabra siempre se cumple.
Juan nos narra la escena del funcionario real que acude a Jesús para pedirle la curación de su hijo gravemente enfermo. A la petición del funcionario Jesús le dice: “Vete, tu hijo vive”. El funcionario creyó en la palabra del Señor y se volvió a su casa. Creyó y obedeció; escuchó a Jesús y puso en práctica lo que le dijo; superó sus temores y dudas y bajó hacia su casa. En este camino de vuelta a su casa le acompañó únicamente la Palabra de Jesús, y esta Palabra también sostuvo cada uno de sus pasos de regreso a casa. Y desde casa los criados le salen al encuentro con la grata certeza y con las mismas palabras que le había dicho Jesús: “tu hijo vive”. La fe que ha caminado en la oscuridad y la incertidumbre encuentra la luz y se convierte en pleno asentimiento: “Y creyó él y todos los suyos”. Los temores y las dudas se disiparon y las certezas de la luz brillaron en su corazón y en de los suyos. Una vez más lo que el funcionario había oído de Jesús se realizaba en su hijo, en él y en los suyos.
Este relato –como todos los que nos cuentan los Evangelios- se cumple también hoy, pues la Palabra de Jesús es viva, eficaz y eterna. Es una Palabra que actúa cuando hay una fe profunda y sincera. En la noche de la prueba y del sufrimiento la Palabra de Jesús es lámpara para nuestros pasos y es oración confiada que encuentra su confirmación luminosa. Cuando todo va bien es como el agua que fecunda nuestro corazón y le hace dar frutos buenos y abundantes. Repite hoy con alegría y convicción: “Tu Palabra me da vida, confío en Ti, Señor; tu Palabra es eterna, en ella esperaré”.
José Luis Latorre
Misionero Claretiano