El 27 de enero, festividad de San Enrique de Ossó, patrono de los catequistas españoles, los catequistas de nuestra diócesis tienen la oportunidad de vivir el Jubileo del Catequista dentro del marco del Año Jubilar en honor del Corazón de Jesús. Un bello regalo que la Iglesia Diocesana ofrece a los catequistas para estar cerca de Jesús y estando ahí, poder oír los susurros del Señor que desde su gran Corazón habla a sus pequeños corazones. Ojalá pudieran y puedan sintonizar con las entrañas del corazón de Dios para que les aporte la mejor formación que un catequista puede necesitar para desempeñar la misión evangelizadora que Él les ha encomendado en su Iglesia.
San Enrique de Ossó era el de “todo
por Jesús”; los catequistas pueden tomar muy buena nota del testimonio de su
vida de fe y misión.
Enrique fue un sacerdote que desde
muy niño sintió un gran amor por Jesús. Todo lo vivía, podríamos decir desde esta
clave. Como para San Pablo, para él la vida era solo Cristo. Realmente esta
experiencia espiritual o mística se repite en los santos, y también en aquellas
personas “de Dios”, como por ejemplo la Madre Teresa de Calcuta y tantos
cristianos que incluso dieron y dan su vida por su fe y amor a Jesús, como es
el caso de los mártires. Para Santa Teresa de Jesús, solo Dios basta. El Señor
en una visión mística le dijo: “Solo por oírte una vez, que me quieres, crearía
de nuevo el Universo”. La relación de amor entre Teresa y Jesús es una relación
de enamoramiento. San Enrique siguió los pasos de Teresa y así se le reconoce
como el apóstol teresiano del siglo XIX. Otro ejemplo lo podemos reconocer en
San Ignacio de Loyola y su famosa frase: “en todo amar y servir” o “el a mayor
gloria de Dios”. Íñigo que como Saulo vivieron una gran conversión.
Cuando el creyente permite que
Jesús, el amigo que está a la puerta y que nunca falla, entre en su interior,
intime con Él, etc. esa experiencia religiosa suscita paz, consolación, deseos
de oblación, de entrega, ganas de imitar, servicio, alegría, humildad, empatía,
amor, etc. Y ocurre que la persona se siente atraída por una fuerte sensación
de posesión que lleva al “todo por Jesús”, porque lo demás, al lado de esto, es
nada, o como diría San Pablo puede ser considerado “basura”, como podría ser la
soberbia o la vanagloria.
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