Por séptimo año el Papa Francisco convoca a la Iglesia Universal a una Jornada Mundial de los Pobres, cuyo lema está tomado de un versículo del Libro de Tobías.
Tobías
es uno de los libros de la Biblia. Esta constituye una auténtica Biblioteca que
contiene tan solo dos estanterías. Una llamada Antiguo Testamento y otra Nuevo
Testamento. También podría hablarse de Alianza, en vez de Testamento. Podríamos
tomar desde la encarnación de Jesucristo como punto de división entre ambos
testamentos.
Estas
dos estanterías contienen baldas para clasificar los libros, quizá no es más
importante el sentido cronológico ni tampoco el alfabético, sino más bien se
agrupan por su contenido teológico. Tobías pertenecería al Antiguo Testamento y
formaría parte del grupo de los Libros Históricos de la Biblia. Sin embargo,
son los expertos los que especifican aún más a qué tipo de historia se refiere
el Libro de Tobías y lo denominan como “historia episódica”, pues más que
referirse a largos periodos o distintas fases de algún acontecimiento, se
refiere a episodios puntuales muy concretos y sea de la vida familiar o
nacional.
El
autor de este libro no se conoce pero lo que realmente pretendió con sus
escritos fue estimular para el cumplimiento fiel de la ley de Dios, mostrando
como Dios protege a los que siguen sus caminos. Especialmente su deseo era
fomentar y estimular la solidaridad entre los compatriotas dispersos. Inculcó
la necesidad de una familia fuertemente unida y protegida.
El
Papa se ha fijado este año en un solo versículo: “No apartes tu rostro del
pobre”. A las puertas de un nuevo Adviento, este versículo nos sirve como
aldabonazo en la puerta de nuestro corazón para desear “velar y vigilar”,
propuesta de este tiempo litúrgico. Prestemos atención a todo lo que nos rodea,
incluso a nosotros mismos. Desde la atención y contemplación podremos descubrir
realmente la pobreza que nos rodea, incluso podremos declarar nuestras propias
pobrezas. Una mirada desde nuestro pobre corazón, enriquecido por lo que nos
sugiere la amistad con Jesús el Señor, provocará la mirada de Dios sobre el
mundo, que es lo que hizo capaz la Encarnación como redención del género
humano. Así Dios ha preferido la pobreza, como manifestación de sí mismo, de su
ser de Dios y Hombre, y le lleva a amarla como una Madre. En consonancia ha
elegido a María, su Madre, madre de los pobres, los sencillos, los humildes,
los niños, etc.
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