viernes, 10 de abril de 2020

VIERNES SANTO - La Pasión del Señor



Sí, la celebración de Viernes Santo es por sí austera, yo creo que este año, con la situación que estamos viviendo es aún más austera. Estoy celebrando la Semana Santa en la iglesia más cercana a mi domicilio, esto es, la iglesia de San Juan de Mojados, una bella iglesia mudéjar, que me trae muy buenos recuerdos. Pero está llena de polvo por las obras que se realizaron antes del confinamiento, y no lo digo por resaltar este hecho, sino porque a mi personalmente esto me ayuda para caer en la cuenta de lo que se nos presenta hoy: la Muerte de Jesús en la Cruz.
Este marco, que os digo que es en el que me encuentro me transporta a lo que tiene que ser un país en guerra, o me hace pensar lo que es un pueblo vaciado del que tanto hablábamos en otro tiempo. Verlo sin gente y en esta situación me recuerda a todos esos lugares donde todavía hoy se celebra la fe como en clandestinidad, y el hecho de que estemos confinados, no quiere decir que tengamos que celebrar así, porque la puerta está abierta, pero sí es una situación de abandono, de falta de presencia de lo más importante: la comunidad. Sin embargo, lo decimos y así lo sentimos, que nuestra presencia se siente más que nunca manifiesta de una forma espiritual.
Y es que los oficios de Viernes Santo, de la Pasión del Señor nos invitan a contemplar esto mismo, la suma pobreza que rodea a todo lo de Jesús, que el Señor ha preferido esta forma, la de la austeridad, sin embargo, anima a la comunidad a vivir unida en la esperanza de la Vida.
Pero si os dais cuenta, ¿cómo hemos empezado? Un altar desnudo, el cual solo se revestirá para el momento único de la fracción del pan. La postración del sacerdote ante el altar, como gesto de humildad y abajamiento, porque el Señor se abajó incluso hasta la muerta. Un color rojo, porque roja es la sangre derramada por nosotros y por el perdón de nuestros pecados.
Los signos de este día nos invitan al silencio, a la contemplación de la Cruz y a su adoración, desde la Palabra ampliamente escuchada en la versión de San Juan. Se nos invita a orar recordando a todos, absolutamente a todos, incluso a aquellos que no tienen en mente al Señor, pero Dios sí que les tiene en su corazón a todos ellos. Rezamos constantemente por los afectados por el coronavirus, por los enfermos, por los difuntos, por las familias que son víctimas de esta tortura.
Y en esta situación recordamos la pasión y muerte del Señor: no queremos ahora reparar en el ultraje y por la crítica, quedémonos con los apoyos, por mínimos que estos sean: Simón de Cirene, la Verónica, las mujeres de Jerusalén, el Centurión, el buen ladrón, José de Arimatea, Juan, la Virgen de las Angustias. Queridos hermanos, para todos ellos también nuestro aplauso hoy, y también el aplauso a aquellos, como dice el Papa Francisco, “santos de la puerta de al lado”, los sanitarios, aquellos que nos preservan de la pandemia, los que nos alimentan, los que se dedican a la limpieza, a la información, etc. a tantos y tantas.
El Amor crucificado nos mira y nos dice: “He ahí tu madre”. La mira a ella y le dice: “he ahí a tu hijo”. Y desde aquella hora, la de la entrega, vivimos en la esperanza de un mañana mejor.

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