En la tarde de ayer tuvimos la oportunidad en nuestra parroquia de atender a la reflexión previa al próximo Congreso Nacional de Laicos que tendrá lugar en Madrid el próximo año.
Después de celebrar la Eucaristía, en la que pudimos encomendar y apreciar la labor de los laicos en la misión evangelizadora de la Iglesia, reconocimos que Iglesia somos una, en la que habiendo muchos miembros y diferentes estados de vida: laicos, consagrados y sacerdotes. Entre todos deseamos construir la Iglesia, sentirnos parte importante de la Iglesia, con una misión particular, donde poder desarrollar nuestra vocación como cristianos, a la vez que deseamos expresar esta condición, también, fuera de los muros de nuestros templos.
Agradecemos la labor de tantas parroquias y movimientos de nuestra diócesis que han podido reflexionar en torno a la vocación laical dentro de la Iglesia, con sus pros y sus contras. Aunque reconocemos que el sentir general de esta síntesis es vivido, también, por nuestra comunidad, no por sabido debemos cejar en el empeño de seguir construyendo Iglesia, comenzando por nosotros, piedras vivas (formación).
La Iglesia nos necesita a todos y todos necesitamos a la Iglesia. Los laicos necesitan al sacerdote para poder celebrar la Eucaristía, entre otras cosas, pero el sacerdote necesita la comunidad para poder desarrollar su vocación dentro de la misión universal de la Iglesia.
Como dice el cuento de El Principito creamos lazos en los que podamos acercarnos más entre nosotros, y también podamos llegar a otros que nos observan fuera de la Iglesia.
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