miércoles, 23 de octubre de 2019

LA CRUZ DE LAMPEDUSA


            Esa cruz bendita por el Papa Francisco que, como toda cruz, representa para los cristianos “el árbol donde está clavada la salvación del mundo”, peregrina por el mundo entero, pues así el Santo Padre nos lo recomendó. Ahora para por nuestra diócesis para que ejercitemos la segunda exclamación del Viernes Santo: “¡venid a adorarlo!”.
            Cruces hay muchas y de muy diversas clases, de varios materiales, de distintos tamaños, pero para nosotros los cristianos son “el santo y seña de nuestra profesión de fe”. Cruces de madera, de metales nobles, de plástico, de metales preciosos, incluso enjoyadas, cruces de marfil, de barro, las hay dulces e incluso las hay, las que más, amargas, cruces rotas, amputadas, de distintos estilos artísticos, cruces pectorales, en pendientes, gargantillas, pines, tatuadas, cruces que nos hacemos sobre nuestro cuerpo y que incluso besamos, cruces de caminos, cruces en el monte, cruces desnudas pero también labradas repletas de imágenes, cruces difuminadas en la vida misma, etc. pero solo una cruz, construida con restos de embarcaciones náufragas; esta es la Cruz de Lampedusa.
            Toda Cruz para un cristiano es el recuerdo del amor de Dios por nosotros. Hay Alguien, Jesús el Señor, quien, atravesado, víctima del pecado y del mal, nos devuelve amor, perdón y misericordia. Como el Centurión, junto a la cruz, nosotros también podemos ser Testigos del Señor y exclamar: “verdaderamente este Hombre era el Hijo de Dios” (Mc 15, 39). Y ahí fundamentaremos Nuestro encuentro con el Señor que siempre nos invitará a seguirle y, es más, nos permitirá –como padres de familia, catequistas, educadores de la fe- a ser los guías en dar los primeros pasos de la fe, especialmente a los más pequeños.
            La Cruz de Lampedusa precisamente no es muda, en palabras de Francisco nos habla de “vergüenza”, la vergüenza de un naufragio en el Mar Mediterráneo en el que murieron casi un centenar de personas en julio de 2013 y muchas más desaparecidas. El Papa habló en la isla de Lampedusa de la “globalización de la indiferencia”, pues ante la inmigración este mundo mira para otro lado, especialmente muchas instituciones que nos representan. 
            Nosotros –junto a San Pablo- predicamos a Cristo crucificado, escándalo para unos y necedad para otros (cf. 1Cor 1, 23). 

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