viernes, 28 de junio de 2019

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS - EN VOS CONFÍO


Para mí han sido muy importantes los días previos a esta solemnidad. Me parece que es muy importante la preparación, anhelar, el no presentarnos al día con lo puesto, etc. A lo largo de estos días de la novena del Sagrado Corazón de Jesús he podido tener la oportunidad de provocar en mí un deseo, pero no solo eso, para mí, sino que cada vez veo más importante mi misión como acompañante espiritual de esta comunidad, pues lo que deseo para mí, lo intento provocar para ustedes también. A veces no resulta fácil contagiar la ilusión, la devoción, el amor, los valores que se esconden detrás de esta devoción al Corazón de Cristo. Como se suele decir: “de lo que siente el corazón habla la boca”.
            El Corazón de Jesús es una expresión que tiene raíces bíblicas y por ello a mí me gustaría volver a entresacar rasgos muy importantes que hemos escuchado en las lecturas de hoy. Unas lecturas preciosas que nos hablan de que Dios es hombre y tiene corazón. Para mí esto es vital. Es que hermanos es muy difícil poder enamorarse del Señor, tal y como nos dice la lectura del libro del Éxodo, si no damos tiempo a conocerle. Solo quien conoce tiene capacidad de amar. A veces en la vida funcionamos mucho con estereotipos, con prejuicios, con ideas preconcebidas hacia las otras personas. Pero también nos pasa con Dios y con su Iglesia. El desconocimiento lleva a la desconfianza, fruto de la ignorancia. Dios está enamorado de nosotros, nos elige, nos marca como pueblo de su pertenencia; le pertenecemos quiere decir que Él y nosotros estamos llamados a ser una sola cosa.
            El Salmo nos habla de una de las características más importantes de Dios, su misericordia. Nuestro corazón a veces es duro como una piedra, pero en el fondo nuestro corazón es de carne y sufre los avatares de cada día, por muy duros que nos queramos presentar a los demás. En el corazón del creyente está impresa la oración de bendición que hemos escuchado en boca del salmista, oración que podríamos comparar con el Magnificat de María y con el nuestro propio.
            Y, ¿qué decir de la segunda lectura tomada de la primera carta de Juan? Si ya sabemos de lo que el discípulo amado habla, pues de lo que les decía antes, de lo que su corazón siente, él se siente muy amado, más que nadie, pero Dios nos ama a todos por igual. Dios antes de que nosotros le pusiéramos el ojo, Él ya lo había puesto en nosotros antes. ¿Se han parado a pensar alguna vez, sinceramente, con que amor el Señor es capaz de amar? Parece ya algo que siempre digo yo, pero es que el amor humano no llega al amor de Dios, porque el amor humano tiene ciertas impurezas, el Amor de Dios es todo, por eso a los santos, que han llegado a esa verdadera comunión con Cristo, les basta.
            Que oración más bella, de consagración, la que pone en boca de Jesús, el evangelista Mateo; una oración de agradecimiento, como las que decíamos antes del Magnificat. Dios es todo para nosotros hermanos. Dios es humano, Dios desea lo mejor para nosotros, no nos pide nada, pero Él ha confiado a la Iglesia su propio deseo: vivir en Comunión con Él. Y esto, solo se puede realizar en la Eucaristía, recibiendo el Cuerpo de Cristo. La Sagrada Comunión nos tiene que convertir, pero no por arte de magia, sino por sus efectos tan gratificantes, más la buena disposición que nuestra libertad puede llegar a crear, para ser el efecto de Dios para la humanidad.
            Por tanto, no consiste en a ver en cuántas Misas participo al día, eso se sale del valor incalculable que tiene una sola Eucaristía. Sino en la celebración bien vivida, en la que hay una predisposición, la guarda de todos los sentidos, el amor que ponemos en ella por ser para el Señor que nos hace venir preparados y con tiempo, el cuidado de las formas, de los detalles, de las relaciones con los demás, de la unión de ánimos entre nosotros, etc. y como todo esto nos habrá de convertir no tanto en seres angelicales sino en santos, es decir que no solo lo parecemos, sino que lo somos.
            Corazón de Jesús, ayúdanos en el camino hacia ti y aproxímanos a los hermanos para que veamos en ellos lugar de encuentro entre Tú y yo. Te pido, que deseo, tener un corazón configurado al tuyo, con el que poderme medir, que de ahí proceda mi obrar, mi ánimo, mi celo apostólico, los deseos de parecerme a Ti, ser como Tú. Amén.

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