martes, 18 de junio de 2019

19º Aniversario de Ordenación Sacerdotal

Ya sé que 19 no es un número redondo, pero cada año tengo la necesidad de celebrar el aniversario de mi ordenación sacerdotal, porque estoy agradecido a Dios por llamada que Dios me hizo.

            ¿Cómo se sabe que uno es llamado al sacerdocio? Es tan difícil de explicar cómo porqué una persona se enamora de otra. Supongo que será porque Dios sembró en mí su Gracia en el Bautismo; en el bautismo se recibe la semilla de la vocación. Pero como toda semilla para que germine habrá de tener unos condicionantes:
1. La familia: mis padres creyentes, la religión cristiana aportaba un código de conducta que me fue cultivando en los valores propios del Evangelio. En casa recibimos la educación en general, la educación en la fe, mis padres me enseñaron el amor a Jesús, a María y a la Iglesia. ¿Cómo?, desde pequeño de la mano, mostrándome el camino, habiendo signos religiosos en casa. No puedo obviar que en la familia había dos tías religiosas, a las que yo ansiaba ver cada verano. Me atraía su vida.
2. La escuela:mis padres me llevaron a un colegio católico cercano a casa. Desde niño he tenido el deseo de ser sacerdote. Habrán podido albergar mi mente otros deseos, pero no mi corazón. Quizá por ser muy observador y, en aquel tiempo callado, miraba y veía, y notaba que Dios me hablaba. Me atraía el deseo de ser sacerdote. Es más, es que, durante muchísimos años, hasta serlo, le pedía al Señor que me aclarara esta vocación. Más adelante conocí a los jesuitas, en una edad ya de adolescente y juventud, y su estilo encajaba en lo que iba madurando en mi cerebro y corazón.
3. La parroquia:de niño más bien, en la catequesis de Primera Comunión y de Confirmación, en la asistencia a Misa los domingos en familia, etc. Pero ciertamente no fue por dónde Dios me quiso llevar, lo reconocí en medio de los grupos juveniles, en las convivencias, en las Eucaristías semanales en el colegio, etc.
Todo ello me ayudó a descubrir los primeros pasos de la vocación, en un primer momento como religioso, quince años de mi vida. Después ya casi otros quince años siendo sacerdote al servicio de la diócesis de Valladolid. 
Son muchas las personas que a lo largo de este tiempo me he encontrado en el camino, ya van siendo muchos sitios por dónde he pasado, desde que comencé todo esto a los veinte años, recién cumplidos.
Cada día confirmo más mi vocación, el deseo de Dios, que claramente coincide con el mío, de ser sacerdote, espero que configurado con el Corazón del Buen Pastor. 
Pido al Señor que me dé siempre luz para ayudar a su Pueblo para que reconozca al Dios que es Amor en medio de la vida, en medio de las personas, en medio de la Celebración Litúrgica, especialmente la Eucaristía. Le ruego que siempre le tenga presente para que de Él venga mi inspiración y hacia Él vaya mi alabanza, y entre medias poder acercar a sus hijos a Él, acercándome yo tanto a Él como a su Pueblo. A lo largo de mi vida siempre me ha caracterizado la sencillez, la alegría, el celo apostólico, junto con mis sombras, mis pecados, y el deseo de amar y servir con un corazón generoso, sin distinguir unas personas de otras. 
Recen por mí, para que no solo parezca santo, sino que lo sea. Para que la vida del sacerdote sea la de la escucha, la entrega, el desvivirse, el no mirar el reloj, el ponerse en el lugar del otro, la del estudio, la formación, la de saber descansar, la de buscar al que no se acerca a Dios, la del que recorre las calles y se hace el encontradizo. 
Acojan a los sacerdotes, quiéranlos, cuídenlos, ellos les pertenecen, sin ellos no habría sacramentos, especialmente la Eucaristía. Así nosotros necesitamos cuidar de ustedes, de la comunidad, sin vosotros, no somos. 
Que unos y otros siempre sintamos la fraternidad, unidos como miembros de un único cuerpo que es la Iglesia, lo que Jesucristo nos dejó como herencia. 

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