SALUDO
Un saludo y abrazo muy especial para aquellas personas
impedidas que no se pueden mover de sus casas, los enfermos convalecientes en
hospitales, a todos los que están trabajando, estudiando, a los faltos de
libertad, a las amas de casa, a los que vais conduciendo y sintonizáis la Radio
de la Virgen… a tantos y tantos que nos unimos a través del Milagro que hace
posible las hondas y la devoción a Nuestra Señora que nos mueve hacia el Corazón
de su mismo Hijo, Jesús.
En esta bella mañana de viernes en
la que nos encontramos celebrando la Eucaristía, acabamos de escuchar la
Palabra de Dios. En primer lugar, hemos escuchado un texto precioso del profeta
Oseas. Un profeta que a lo largo de sus palabras pretende recordar a los
israelitas, y en ellos a nosotros hoy, el amor que Dios nos tiene. Es un Dios
infinitamente leal, por encima de la infidelidad de un pueblo que tiende a irse
hacia otros dioses.
Pero especialmente en las palabras que
hemos escuchado del profeta, una de las cosas que
más impresiona es la ternura con la que Dios se relaciona con el pecador, la
delicadeza con la que nos trata. Quizás, algo que todavía debamos cambiar en
nuestro corazón es nuestro concepto de Dios y de su amor infinito y en cómo lo
podemos imitar con nuestros semejantes.
Por eso rezamos, queridos hermanos, con
el salmo: “Mi boca proclamará tu alabanza, Señor”. Es el Salmo 50, el Miserere, que nos recuerda que somos
creaturas necesitadas, pendientes de la Misericordia de Dios. Necesitamos que
Dios nos levante de la indignidad en la que nos postra la maldad, el pecado,
que nos devuelva la alegría de su salvación.
Y, finalmente, hemos escuchado en el
Evangelio de Mateo como Jesús dirige a sus discípulos, cómo les dirige
espiritualmente, y en sus palabras podemos escuchar un deseo de prevenirlos y
lo hace con dos metáforas: ovejas entre
lobos; prudentes como las serpientes, sencillos como las palomas.
Pero hay algo que siempre les dará tranquilidad y es
que no van por su cuenta, sino que Jesús
el Señor los enviará. Y ahí estará la seguridad de su misión, pues el
contexto de ayer y hoy no es fácil, y en ocasiones es hasta peligroso, y sino
recordemos las lamentables imágenes de los días pasados, condenables todas
ellas, hacia los pastores de la Iglesia en Nicaragua.
También en la astucia de las serpientes y en la
sencillez de las palomas parece que Jesús relaciona dos comportamientos: la
confianza en Dios y la reflexión atenta y prolongada del modo de relacionarse
con los demás; buenos sí, pero no tontos.
Para ello, es necesario no confiar en las propias
seguridades o recursos, sino que, en las situaciones críticas, peligrosas y
agresivas de su vida, los discípulos encontrarán en Dios ayuda y solidaridad.
El Evangelio de hoy, realmente nos presenta al Señor
con el deseo de prevenir a los apóstoles ante distintas amenazas, que incluso
se pueden dar en el seno familiar, quizá lo más sagrado.
Pidamos, queridos hermanos, para que esta Palabra
directa que Dios nos dirige hoy, la acojamos, la meditemos en nuestro corazón,
como María la guardemos en nuestro interior y podamos dar luz las tantas
sombras que nos rodean, unas porque parten de nosotros mismos y otras porque se
reflejan de otras situaciones hacia nosotros. Así sea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario