“Como Jesucristo, obligados
a huir” es el lema de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020 que
se celebra el 27 de septiembre.
En la huida a Egipto, el
niño Jesús experimentó, junto con sus padres, la trágica condición de
desplazado y refugiado, «marcada por el miedo, la incertidumbre, las
incomodidades (cf. Mt 2,13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días,
millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día
la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre,
de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida
digna para sí mismos y para sus familias» (Ángelus, 29 diciembre 2013). Jesús
está presente en cada uno de ellos, obligado —como en tiempos de Herodes— a
huir para salvarse. Estamos llamados a reconocer en sus rostros el rostro de
Cristo, hambriento, sediento, desnudo, enfermo, forastero y encarcelado, que
nos interpela (cf. Mt 25,31-46). Si lo reconocemos, seremos nosotros quienes le
agradeceremos el haberlo conocido, amado y servido.
Papa Francisco
"UN ARRAIGO SOBRE EL
ALAMBRE”. LA INTEGRACIÓN SOCIAL DE LA POBLACIÓN DE ORIGEN INMIGRANTE EN ESPAÑA»
Este es un extracto de un informe elaborado por
Cáritas Española y el Instituto Universitario de Estudios sobre Migraciones
(IUEM) de la Universidad Pontifica Comillas.
El estudio revela, sobre
todo, la paradoja de cómo, a pesar de los buenos niveles de arraigo de la
población inmigrante que vive en nuestro país, son personas con muy bajos niveles
de integración económica y laboral. Hablamos de una migración que desde que
llegó no se ha ido y que ni siquiera en los años más duros de la crisis
pensaron en salir de forma masiva.
La población de origen
inmigrante ocupa en mayor medida puestos en los sectores más precarizados y en
los puestos de trabajo más bajos del mercado laboral. Y como también refleja el
estudio, la explicación a esta segregación laboral no puede buscarse en el
capital humano, ya que los niveles de formación de la población migrante son
altos y sólo sensiblemente más bajos que los de la población nativa.
Estas situaciones objetivas
de pobreza y exclusión justificarían por sí solas que las personas de origen
inmigrante acudieran en mayor medida a la protección social del Estado de Bienestar,
pero, lejos de lo que pudiera sostenerse desde prejuicios estereotipados, el
estudio constata que la población inmigrante no sólo no abusa de los sistemas
de protección, sino que además es un contribuidor clave. La juventud de la
inmigración se traduce en mayores tasas de natalidad y menor utilización de
determinados servicios, como el sanitario. De este modo, si a la mencionada
juventud le unimos sus altas tasas de actividad, se evidencia que la población
inmigrante supone una notable contribución al crecimiento económico y al
equilibrio del gasto social, mejorando la sostenibilidad de nuestro sistema de
bienestar social.
Fundación FOESSA
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