Hace unos domingos escuchamos en el Evangelio como se presentaba a Jesús un joven que quería saber qué tenía que hacer para vivir eternamente. Jesús el Señorle habló de los mandamientos y él le dijo que los cumplía muy bien, pero resulta que lo que más le costaba era ser desprendido, compartir con los demás. Es decir, con cumplir no es suficiente, es insuficiente.
También, el domingo pasado escuchamos a un escriba que le cuestionaba al Señor sobre el mandamiento primero y principal de todos. Jesús le habló sobre el Amor a Dios, un amor que tiene repercusión en el prójimo. Estos escribas que saben mucho de leyes, les interesan excesivamente las normas, y Jesús incide en que las leyes tienen que estar al servicio de los hombres, especialmente para que les devuelvan la dignidad que les falta.
Hoy vemos a Jesús instruyendo en el Templo. Como buen judío va los sábados a la sinagoga y escucha la Palabra de Dios con sus hermanos. Hoy le corresponde a él la instrucción, la predicación, y les habló de los escribas y de su modo ser: les gusta la parafernalia y los primeros puestos, dentro y fuera del templo, vestir bien, etc.
Ciertamente todo esto ilumina nuestra vida y en ella nos podemos ver reflejados. ¿Qué tendrán los puestos que gustan tanto a la gente? Parece que nos ponen “octite” y no nos queremos levantar de ellos, no hay más que verlo en la sociedad y, también, en la Iglesia. El Papa Francisco nos lo tiene dicho a los curas: “ojo con medrar dentro y fuera de la Iglesia” y “ojo con el bolsillo”. También aparentar lo que no somos, no hay más que ver los curriculum que se publican, pero también me refiero a que el aparentar muchas veces nos lleva a creernos más que los demás, a discriminar, etc.
Pero la segunda parte del Evangelio habla de una mujer pobre y viuda. Las viudas en aquella sociedad eran marginadas, igual que los niños, los huérfanos, lo inmigrantes,… también los que no iban al templo, sin embargo Dios eligió a los pastores para ser los primeros en recibir la Buena Noticia. Qué maravilloso es nuestro Dios, que levanta al pobre al que muchas veces denigramos.