domingo, 11 de noviembre de 2018

REFLEXIÓN – DOMINGO 32º T.O. CICLO B “DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA – SOMOS UNA GRAN FAMILIA CONTIGO”


         Hace unos domingos escuchamos en el Evangelio como se presentaba a Jesús un joven que quería saber qué tenía que hacer para vivir eternamente. Jesús el Señorle habló de los mandamientos y él le dijo que los cumplía muy bien, pero resulta que lo que más le costaba era ser desprendido, compartir con los demás. Es decir, con cumplir no es suficiente, es insuficiente.
También, el domingo pasado escuchamos a un escriba que le cuestionaba al Señor sobre el mandamiento primero y principal de todos.  Jesús le habló sobre el Amor a Dios, un amor que tiene repercusión en el prójimo. Estos escribas que saben mucho de leyes, les interesan excesivamente las normas, y Jesús incide en que las leyes tienen que estar al servicio de los hombres, especialmente para que les devuelvan la dignidad que les falta. 
Hoy vemos a Jesús instruyendo en el Templo. Como buen judío va los sábados a la sinagoga y escucha la Palabra de Dios con sus hermanos. Hoy le corresponde a él la instrucción, la predicación, y les habló de los escribas y de su modo ser: les gusta la parafernalia y los primeros puestos, dentro y fuera del templo, vestir bien, etc. 
Ciertamente todo esto ilumina nuestra vida y en ella nos podemos ver reflejados. ¿Qué tendrán los puestos que gustan tanto a la gente? Parece que nos ponen “octite” y no nos queremos levantar de ellos, no hay más que verlo en la sociedad y, también, en la Iglesia. El Papa Francisco nos lo tiene dicho a los curas: “ojo con medrar dentro y fuera de la Iglesia” y “ojo con el bolsillo”. También aparentar lo que no somos, no hay más que ver los curriculum que se publican, pero también me refiero a que el aparentar muchas veces nos lleva a creernos más que los demás, a discriminar, etc. 
Pero la segunda parte del Evangelio habla de una mujer pobre y viuda. Las viudas en aquella sociedad eran marginadas, igual que los niños, los huérfanos, lo inmigrantes,… también los que no iban al templo, sin embargo Dios eligió a los pastores para ser los primeros en recibir la Buena Noticia. Qué maravilloso es nuestro Dios, que levanta al pobre al que muchas veces denigramos.

Jesús lleva a sus discípulos frente al buzón de las ofrendas, diríamos hoy, para que vean qué actitud tiene la gente. Las ofrendas son los dineros que se da en la Iglesia, no se intenta pagar nada sino agradecer, pues la comunidad no se mantiene del aire. Muchas veces ofrecemos un sobre para que cada uno pueda dar un donativo tras recibir un sacramento, pero nunca con la intención de pagar. También es verdad que deberíamos tener conciencia de ser mantenedores de nuestra Iglesia, de que “grano no hace granero pero ayuda al compañero”. Algunas veces, por ejemplo, en las bodas nos gastamos mucho dinero en cosas superfluas y luego a la Iglesia le dejamos calderilla que a veces llega a ser ofensivo, pues ni tan siquiera se paga la luz que se gasta.
Esta mujer pobre que da todo lo que tiene en su monedero, en contraposición con lo mucho que dan muchos ricos –dice el Señor-, pero siempre de lo que sobra. Hoy también vemos cómo en nuestra historia hay ricos que ayudan, como no se puede ayudar, y bendito sea Dios, pero ciertamente dan de lo que les sobra porque tienen mucho. Sin embargo, recientemente conocía la historia de una familia que, ayudada por Cáritas, daban cinco euros a su parroquia para ayuda de las obras de su iglesia; es decir, se quitaba de lo que necesitaba.
Bien, esto entra muy bien en conexión con la temática de nuestro Domingo: “Día de la Iglesia Diocesana”. La Iglesia es como un cuerpo decimos, el Cuerpo de Cristo: Jesús es la cabeza y nosotros su cuerpo, cada uno de nosotros somos un miembro. “Todos somos necesarios y no somos imprescindibles”. Todos los rincones de la Iglesia no los puede gobernar el Obispo de Roma, por eso se sirve de pastores que rigen las distintas diócesis, que son como “células de este cuerpo”. Nosotros pertenecemos a la diócesis de Valladolid. Desde los primeros cristianos ha habido una bolsa común para ayudarnos unos a otros. Hoy seguimos haciéndolo. Nuestras parroquias contribuyen cada mes con una cuota a esa bolsa común para ayuda. Pero si lo necesitamos también nos vamos a servir de esa comunidad de bienes. Por ejemplo, nuestra parroquia recibirá ayuda de la Iglesia diocesana para el pago de las próximas obras. 
Y si en la diócesis hacemos círculos concéntricos, podemos encontrarnos una comunidad más reducida aún, que es la parroquia. En la cual también podemos contribuir, pero no solo con ayuda económica, sino sobre todo con inversión en personas. La comunidad cristiana cuenta con muchas personas que sirven desde muchos ministerios y a las que todos debemos de dar muchas gracias por la respuesta a una llamada y su disponibilidad: catequistas, cantando en los coros, limpieza, participando en órganos consultivos como el Consejo Pastoral Parroquial y la Junta Económica Parroquial, cáritas, Manos Unidas, mantenimiento, apertura de iglesias, ministros de la Palabra y la Comunión, etc. Ahí también nos podemos dar. Es una pena que, en un pueblo, como el nuestro, en el que se cultiva tanto la música, que nos falten personas para los coros, para dirigirlos, instrumentos, etc. Por cierto, ¿y el Belén Parroquial? Este año no sabemos si vamos a contar con él, dependerá si hay alguien que se decida a montarlo. Lo que una comunidad necesita es personas. En nuestro último Consejo Pastoral Parroquial he propuesto la renovación de la mayor parte de los miembros. Nuestra Iglesia, tal y como nos recomiendan los últimos Papas, necesita ser “en salida”, abrir las ventanas para que entre aire fresco que nos ventile y renueve, que nos llene de vitalidad, personas que puedan contribuir con ideas y creatividad para el bien actual de nuestra Iglesia local, etc. Hace un año se renovó el párroco con esta intención, también, de renovar; tanto en esta como en la parroquia que yo mismo dejaba. 
Todas estas palabras tienen la intención de dejar ahí, en cada uno de nosotros, una reflexión, cómo podemos contribuir en nuestra parroquia para que no sea un solo asistir sin más.

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