martes, 18 de junio de 2024

25 - 1: 24º ANIVERSARIO DE ORDENACIÓN SACERDOTAL

        


     Hoy es uno de esos días que recuerdo con felicidad y no tanto con nostalgia. Lo de la nostalgia lo digo porque parece que fue ayer y, sin embargo, ya pasaron 24 años.

            Fue un día que pasó muy rápido. Una mañana de domingo, en la Iglesia del Corazón de Jesús de Valladolid, en una celebración en la que estuve acompañado por mi familia, sintiendo la ausencia de mi madre, aunque siempre ha estado y está. Junto a mi familia, se encontraba en un banco mi padre, un antiguo alumno de Miranda de Ebro, un amigo de Valladolid y un compañero jesuita que fue con el que comencé mi andadura en la vida religiosa, allá por el año 1989.

            Recuerdo haber preparado la ordenación con tiempo, con la satisfacción de haber superado el primer curso de la especialidad en Teología Espiritual. También la alegría de haber disfrutado de seis meses como diácono en una parroquia de Fuenlabrada, la de “San José”, donde pude ejercitar el ministerio e ir “perdiendo” el respeto del altar, es decir, el miedo escénico. Me preparé los días previos con un tiempo de retiro; aunque todo comenzó hacía mucho tiempo, era un “run run” que siempre estuvo ahí. Me hizo mucha ilusión que el rector del teologado me dijera: “ya puedes escribir al provincial para pedir la admisión a órdenes”. Era algo tan soñado y tan inmerecido. Escribí la carta en medio de los Ejercicios Espirituales que me preparaban y aquellas palabras me sirvieron para hacer mi oblación, de mayor estima y mayor momento. Recuerdo que mi mano escribía y no paraba de escribir. Y por fin, un día el provincial me dijo que eligiera fecha para la ordenación diaconal: el día de La Inmaculada y la fecha de la ordenación sacerdotal en junio, cuando Don José Delicado Baeza tuvo disponibilidad. Fue un año de escasez de ordenaciones sacerdotales en la Compañía de Jesús de España, de mi provincia solo me ordené yo. Pedí ser ordenado sacerdote en mi ciudad natal.

            La ceremonia fue muy bien preparada, cantó un coro formado por jesuitas y laicos, que interpretaron los cantos que a mí me tocaban más el corazón. Me acompañaron en la concelebración compañeros jesuitas y no jesuitas, con los que estudiaba en la facultad de teología. Ciertamente una representación de la Iglesia Católica, por la gran variedad de nacionalidades. Y un recuerdo especial para un sacerdote marianista que era pastoralista en el colegio del Pilar cuando yo era niño.

            Monseñor Delicado Baeza me ordenó, le acompañaban mis superiores más inmediatos. Recuerdo con mucho cariño a todos. Era la fiesta de la Santísima Trinidad sin embargo el obispo permitió que se proclamara el evangelio del Lavatorio de Pies, que ha sido lema de mi sacerdocio: “Lo que yo he hecho con vosotros, hacedlo los unos con los otros”.

            Pero pasó todo muy rápido. Fuimos a tomar un aperitivo al claustro del Colegio San José. Allí pude compartir con toda la gente que se hizo presente. Un recuerdo muy especial para los chicos y chicas de la Casa de enfermos de Sida, de Cáritas de Madrid de la que yo era voluntario, a los que quise como hermanos y me quisieron igual.

Y recuerdo que todo pasó muy rápido, como digo, porque enseguida nos fuimos a Madrid. Casi no hubo tiempo para compartir con la familia. Al domingo siguiente celebraría la Primera Misa en Mojados y mientras confesaba en la parroquia San Francisco de Borja, de los jesuitas en Madrid. De domingo a domingo no presidí ni una sola Misa, estaba reservada para el pueblo. Y al poco tiempo volaba para los Estados Unidos donde pude disfrutar como de una luna de miel.

Ahora espero con ilusión al próximo año en el que celebraré, si Dios quiere, mis bodas de plata sacerdotales. Gracias a todos porque todo esto no es mío, ni lo he construido yo, sino que nos pertenece a todos, a la Iglesia. Así sea.

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