En el marco del Año Jubilar que estamos celebrando, un tiempo alegre y agradecido al Señor que quiso hacerse presente en Valladolid y decir una palabra segura y llena de confianza a un joven jesuita, llamado Bernardo, natural de Torrelobatón. Bernardo de Hoyos escuchó con pasión palabras apasionadas de Jesús que le reconfortaban y consolaban en su acción de gracias, después de la comunión. Eran pocas palabras que se comprometían como promesa: “Reinaré en España y con mayor veneración que en otras partes”.
Bernardo había conocido esta
devoción al Sagrado Corazón en Francia, a través de Santa Margarita María de
Alacoque y del padre jesuita Claudio de la Colombière. El P. Hoyos se
convertiría en testigo de una gran Presencia, custodio de una gran Promesa, y
apóstol y propagador de una Devoción. Esta devoción la tomaría la Compañía de
Jesús como misión especial encomendada por el mismo Papa, dentro de las
misiones que el Romano Pontífice encomienda a esta orden por su obediencia
especial al Vicario de Cristo en la tierra con un cuarto voto: “Propagar la
devoción al Corazón de Jesús”.
Esta devoción es entendida como Amor,
ese Amor que no le cabía a Bernardo en el pecho y que le ardía de tal manera
que no podía más que propagarlo a los cuatro vientos, con veneración y
Adoración en el sacramento de la Eucaristía, momento en el que Jesucristo se
nos hace presente realmente.
Nosotros somos, ahora, quienes
debemos recoger el relevo de esta Promesa, hacerla nuestra, vivirla, dar tiempo
para que también en el reposo de la Comunión podamos experimentar la presencia Cordial
de Jesús que quiere reinar en nuestras almas. No corramos por salir de nuestras
iglesias, sino que hagamos consciente que Jesús Sacramento está vivo en
nosotros y desea que seamos apóstoles de esta Gran Noticia.
Así la imagen peregrina del beato
recorre cada rincón de esta diócesis, porque también necesitamos signos
visibles que nos ayuden a recordar que somos depositarios de una Gran Promesa.
Igualmente peregrina, la Cruz de Mosul, una cruz que ha sido rescatada de la
ciudad iraquí Mosul, en la llanura de Nínive, que fue tomada por yihadistas del
llamado Estado Islámico. Esta cruz es un ejemplo visible de la persecución a la
pequeña comunidad cristiana en Irak. Desde esta cruz Jesús también se nos
promete el Reino.
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