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¿Por qué nos falta la alegría? ¿Por
qué aparentemente nuestra vida está llena de personas, de historias y amistades
trabadas, sin embargo, no se percibe la alegría, nuestras relaciones a veces
son secas, frías, distantes, poco afectivas, sin compromiso, aparentemente
relaciones individualistas que desean ser justificadas como por el respeto a la
intimidad del otro?
La alegría se nota en la persona. Lo
contrario también se nota. Si vivimos alegres, suscitaremos un clima de alegría
a nuestro al rededor, y al revés, si vivimos amargados, irradiamos –aunque no
lo queramos- amargura a nuestro alrededor.
San Ignacio de Loyola llama a la
alegría que procede de Dios, porque no somos ingenuos y podemos reconocer
muchos tipos de alegrías, una persona maléfica puede alegrarse de las
desgracias de los demás; la llama consolación espiritual. Y este santo fundador
anima a los que tienen consolación se muestren como si no la tuvieran, es
decir, anima a lo que nos anima San Pablo a los gálatas, solo nos alegramos en
la cruz de nuestro Señor. San Pablo ya está invitando a lo que invita el Señor
a los que son enviados a la misión evangelizadora de la Iglesia.
Somos enviados por el Señor sin más
medios que la inspiración del Espíritu Santo. ¿Qué más podemos necesitar? Cada
día más justificamos nuestra misión con el afán por tener más aparatos: que si
el ordenador, el wifi, la tablet, en
el móvil lo tenemos todo y al momento, las redes sociales, ... A veces podemos
poner más nuestro corazón en los medios, que justifican nuestro tener, que los
idolatrizamos, que nos descentra de lo que sí es verdaderamente importante, y
que los medios o el consumismo nos pueden hacer anti evangélicos, porque mucha
gente tiene que luchar contra las vicisitudes de cada día y los
evangelizadores, por vivir casi sin gastos, gastamos en estas cosas superficiales,
y entramos en choque no solo con la gente que no se lo puede permitir y, por
otro lado, esta en contra de lo que nos acaba de recomendar el Señor. El
seguimiento es en pobreza, no llenos de cosas, y si nos llenamos de cosas, nos
estamos confundiendo consciente o inconscientemente de Dios. Jesus ha elegido
la pobreza, y Él es toda nuestra riqueza, esto es así, y esta puede ser nuestra
mayor alegría, porque al contrario de lo que sucede en otros ámbitos de la
vida, para estar cerca de Dios, no necesitamos nada, bueno el deseo de estar
con Él.
Felices los pobres de espíritu
porque de ellos es el Reino de los cielos. Convirtámonos también en esto y no
confundamos a nuestro Dios.
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