“En comunidad nos iniciamos y perseveramos en la fe”. Este
está siendo el lema que nos centra este año en la Programación Pastoral
Diocesana.
La
Comunidad es la Iglesia. Es el Cuerpo de Cristo, Jesús es la Cabeza y
nosotros, los bautizados, somos sus miembros. La Iglesia, en este sentido,
realiza la comunión, pues todos estamos llamados a realizar la misión evangelizadora,
cada uno desde su estado (laico, sacerdote o religioso) y vocación. Todos somos
necesarios.
La
Comunidad se concreta en espacios más pequeños, locales o particulares,
que ayudan en la realización de su fin: evangelizar. Además, pueden existir
otras parcelas donde sentir, igualmente, este ser comunidad: vida religiosa,
asociaciones de fieles, colegios, cofradías, etc. Todos al servicio del Señor y
de los hombres, siendo testigos del Señor, especialmente en la celebración de
los misterios del Señor.
En
esa Comunidad es donde los cristianos nos Iniciamos en la fe
cristiana y progresamos en ella ayudados de las distintas mediaciones que la
Iglesia nos ofrece. Especialmente los padres, imprescindibles en el proceso
inicial pero también en la conservación de esos fundamentos que se ofrecen a la
altura de los niños o de los adolescentes.
Los
catequistas, en muchas ocasiones, se encuentran solos ante el combate y se les
deja toda la responsabilidad. Por eso son tan valiosos y precisan seguir
formándose para estar a la altura de tantas situaciones e itinerarios.
Ciertamente la Iglesia necesita catequistas ilusionados y enamorados del Señor.
Esos catequistas habrán de surgir y sentir la llamada urgente en medio de
nuestras comunidades, especialmente del sector más joven de nuestra Iglesia.
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